miércoles, 7 de enero de 2009

Voces en el desierto


Por Tomás Hidalgo Nava
Era la hora de salir de la escuela. Como todos los días, los niños corrían con las mochilas a cuestas, con gran algarabía, despidiéndose de sus amigos. Lo que no sabían es que al día siguiente ya no los verían. El bombardeo israelí, dirigido a la estación central de la policía en el centro de Gaza, cayó también sobre la escuela primaria contigua. Ninguno de esos pequeños pertenecía a Hamas ni a Al Fatah. Sin embargo, su sangre corrió por el pavimento como testimonio de esta atrocidad que cerró el año 2008 y abrió el 2009.

Más de setecientos muertos —gran parte de ellos pertenecientes a la población civil— es el resultado de la incursión de Israel sobre territorio palestino más agresiva y atroz desde la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando aquél invadió la franja de Gaza por primera vez. Si bien la invasión actual se ha dado después de que milicianos de Hamas han lanzado misiles Kassam sobre territorio israelí desde el pasado 19 de diciembre, Israel ha llevado a cabo una ofensiva indiscriminada que ha afectado principalmente a los ciudadanos palestinos comunes, muchos de los cuales se encuentran ajenos al añejo conflicto.

Lo peor de todo es que Israel se ha basado en premisas falsas. Como lo señala el periodista Tom Segev en un artículo publicado en el diario Haaretz el 29 de diciembre (reproducido en español por la revista mexicana Proceso del 4 de enero de 2009), Israel considera que el bombardeo sobre Gaza “facilitará ‘la liquidación del régimen de Hamas’”. Pero la realidad es que más bien le está siguiendo el juego a este grupo, el cual se radicalizará aún más. Segev también comenta que “Israel está convencido de que los sufrimientos de los palestinos los llevarán necesariamente a levantarse contra sus líderes nacionales”, aunque la verdad es que sólo ha sembrado un odio mayor e incitado a más palestinos a unirse a la “guerra santa” contra el Estado de Israel. Como siempre, la supuesta justificación de este último para realizar una ofensiva de esta envergadura es la autodefensa. Pero ¿de quién se defiende Israel? ¿Del ama de casa que no volverá a su hogar tras fallecer en la calle en los bombardeos? ¿De los niños que se toparon con la muerte al salir de la escuela? ¿Del comerciante que busca ganarse la vida en el mercado?

¿Acaso Ehud Olmert, primer ministro israelí, no previó los efectos que traería consigo un ataque de estas características sobre la franja de Gaza? ¿Tampoco Ehud Barak, ministro de defensa, ni Tzipi Livni, ministra de relaciones exteriores, pudieron dimensionar la tragedia humanitaria que se avecinaba si Israel bombardeaba está área con la mayor densidad de población en el mundo (3 mil 823 habitantes por kilómetro cuadrado), donde viven más de millón y medio de personas? Y para colmo, el gobierno del saliente George Bush dio el espaldarazo a Tel Aviv y externó su apoyo al gobierno de Olmert, lo cual se convirtió en lo que el periodista Robert Dreyfuss calificó de “su último y final crimen de guerra” (citado por Rocco Marotta en “Cheque en blanco”, Milenio Diario, lunes 5 de enero de 2009, pág. 35). Con este acto, Bush no sólo remacha su completa ignorancia en lo que a política exterior se refiere, sino también le endosa a su sucesor, Barack Obama, un problema con el que tendrá que lidiar a lo largo de buena parte de su período presidencial.

Sin duda, resulta evidente que el gobierno de Tel Aviv ha violado el derecho internacional, particularmente la Convención de Ginebra, en la invasión que ha llevado a cabo contra Palestina. Como bien lo indicó Richard Folk en un texto reproducido por el diario inglés The Nation el 29 de diciembre, estas violaciones incluyen el castigo contra una colectividad por las acciones de unos cuantos milicianos de Hamas; el dirigir ataques aéreos contra la población civil, y una respuesta militar desproporcionada por parte de Israel.

Niños, mujeres y hombres que jamás han representado una amenaza contra el Estado israelí han sido los más golpeados y afectados por ésta y otras muchas acciones de Tel Aviv. Con esto no quiero decir que los extremistas de Hamas se encuentren sin culpa. Sin embargo, se ha optado por dañar a inocentes y brindar mayor fuerza a Hamas en lugar de buscar una salida diplomática al conflicto. Y a pesar de la demanda de la Organización de las Naciones Unidas y de muchos países por establecer un cese el fuego, el gobierno de Olmert ha hecho caso omiso.

En lo que respecta a la información que fluye hacia el exterior de la zona ocupada, existe una gran dificultad para que la opinión pública mundial se entere de lo que en realidad pasa en este lugar, pues Israel no ha permitido el acceso libre a los periodistas internacionales. Uno puede apenas informarse a través de bloguistas como la canadiense Eva Bartlett, del International Solidarity Movement, quien a través la página http://www.palcast.org/ (Podcasting the Occupation of Palestine) ha reportado la situación que ella misma ha vivido en carne propia al estar presente en la zona de conflicto. La propia Bartlett muestra imágenes de las construcciones devastadas y de la población que se refugia entre los cascarones de edificios.

Asimismo, por medio de la página del International Solidarity Movement (http://www.palsolidarity.org/), uno puede recibir información de primera mano. Por ejemplo, Jenny Linnel, voluntaria británica de este movimiento, relata detalles sobre el ataque contra la zona de Rafah. “Poco después de la medianoche del 6 de enero, misiles comenzaron a llover sobre Rafah en uno de los más severos ataques israelíes desde que las actuales atrocidades empezaron. Continuas incursiones cubrieron el sur de la ciudad de Gaza a lo largo de 12 horas. Muchos hogares fueron destruidos o severamente dañados, especialmente en los vecindarios que se encuentran a lo largo de la frontera con Egipto”, narra Linnel.

Desde este jardín, deseo unir mi voz a la de miles, millones de ciudadanos del mundo que exigen un cese el fuego en Palestina. Tal vez mi voz sea sólo la de uno que clama en el desierto. Sin embargo, sé que no estoy solo. Y por favor, pasen la voz.

1 comentario:

  1. Que atrocidad, Tomás. Sin embargo yo siento que la solidaridad es poca, que la gente esta adormecida, que las noticias de la guerra no trascienden más allá de las murallas de la indiferencia. K

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